Experimento de un padre con su hijo para adentrarle en el mundo del videojuego. Para ello hace un recorrido personalizado por la historia de los videojuegos, animandole a jugar títulos interesantes y clasicos de distintas plataformas, con el fin que su hijo busque en el videojuego un reto, o algo personal, en contra de los títulos de ultragraficos, que juega todo el mundo y son pura fachada. Muy interesante.
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Jugando con mi hijo
Un experimento de nostalgia forzada y paternidad
cuestionable.
«Tengo un sucio truco que puedes hacerle a un niño de tres
años… Cada vez que estés cerca de él, habla mal. Imagina que en su
primer día de clase levanta la mano y pregunta: “¿puedo yo mambo cara de perro
al parche de plátano?”»
No estoy seguro si es una gran idea seguir los consejos de
crianza de los álbumes de monólogos de los setenta, pero esto siempre ha tenido
sentido para mí.
Si tienes hijos, ¿por qué no hacer
experimentos con ellos? ¡Es como hacer experimentos con un pequeño clon de ti
mismo! Y es casi siempre legal, probablemente.
Es decepcionante ver cuánta gente con hijos pierde esta
oportunidad de oro, esperando, generalmente, a que lleguen a su adolescencia
para empezar a aplicar juegos mentales con ellos.
Antes de que mi hijo naciera en 2004, estaba preparado.
Había pensado una larga lista de experimentos sociológicos y psicológicos con
mis amigos y compañeros, listo para desatar mi Milgram interior sobre mi
vástago nonato.
Mi plan original era criarlo haciendo que pensara que estaba
viviendo una
simulación por ordenador, pero, tristemente, mi mujer lo
vetó. Y cualquier otro potencialmente dañino, pero gracioso, escenario de vida
alternativo.
Pero me las arreglé para colarle uno igualmente.
Nací en 1977, el mismo año que la Atari 2600 fue puesta en
libertad y un año antes de Space Invaders. Tuve la suerte de nacer en la era
dorada de los
juegos arcade, y jugué a través de cada generación siguiente
según crecía.
Mi hijo Eliot nació en 2004, el año del Half-Life 2, Doom 3
y el lanzamiento de la Nintendo DS. Para cuando él nació, los videojuegos eran
una industria de veintiséis mil millones de dólares.
Me encantan los juegos, y realmente quería que Eliot los
amara y los apreciara también. Así que este fue mi experimento:
¿Qué ocurre cuando un niño del siglo XXI juega a través
de la historia de los videojuegos en orden cronológico?
Comenzaríamos con los arcade clásicos y la Atari 2600, desde
Asteroids a Zaxxon. Después de un año, pasaríamos a la era de los 8-bit con los
clásicos de las NES y Sega. Al año siguiente, la SNES, Game Boy y los juegos de
aventuras clásicos de PC. Luego la PlayStation y la N64, la Xbox y la GBA y así
sucesivamente hasta que nos pusiéramos al día con la era moderna.
¿Apreciaría más ese niño los juegos modernos independientes
que no tienen los presupuestos de monstruosos triple A como Destiny y Call of
Duty? ¿Apreciaría la estética retro o solo pensaría que parece chapucera?
¿O simplemente crecería pensando que la tecnología de los
videojuegos se ha movido a velocidades de vértigo cuando era pequeño y frenaría
en seco al llegar a su adolescencia?
En el cuarto cumpleaños de Eliot, empecé con él con un juego
integrado de Pac-Man para televisión cargado con clásicos arcade —Galaxian
(1979), Rally-X (1980), Bosconian (1981), Dig Dug (1982), y, por supuesto,
Pac-Man (1980) y las tres secuelas, Super Pac-Man (1982), Pac-Man Plus (1982) y
Pac & Pal (1983).
Hasta el momento en que él cogió el joystick, parte de mí
temió en secreto que no tuviera ningún interés en ello.
En los días anteriores a su nacimiento, me despertaba
temblando en sudores fríos por la pesadilla de criar a un atleta de seis años,
rogándome a salir fuera a jugar al fútbol o al beisbol o alguna otra temida actividad
física.
Crisis evitada.
Eliot está obsesionado con jugar al Pac-Man en nuestro
televisor. Es como verme a mi mismo en 1982.
Mejoró rápidamente. Seis semanas después, estaba superando
mis mejores puntuaciones en Dig Dug y regularmente llegando a los niveles
finales de Pac-Man y sus secuelas.
Eliot ha llegado, él solo, al nivel 5 de Pac & Pal, una
sequela del Pac-Man exclusiva para el mercado japones de 1983. Mola.
http://bit.ly/pacnpal
Seleccioné otro juego integrado para televisión —Ms.
Pac-Man, Galaga, Mappy, Pole Position y Xevious— y jugamos a todos juntos.
Cuando nos aburrimos de esos, pasamos a mi vieja Atari 2600
y jugamos a
mi colección de gemas de baja fidelidad como
Asteroids, Kaboom!, Adventure, Combat y (sí) E.T., pero la mayoría no se
mantuvieron bien.
Era momento de pasar a la siguiente generación.
Cuatro meses tras empezar el experimento, sin que Eliot
llegara a tener cuatro años y medio, pasamos a la era de los 8-bit.
Cargué un emulador y empezamos nuestro periplo a través del
canon de la NES.
Eliot y yo estamos pasándonos el canon. Terminamos Mega Man
2 la semana pasada, acabamos de derrotar a Ganon en Legend of Zelda. El
siguiente: ¡Mario!
Al principio, él se sentaba en mi regazo e íbamos jugando
por turnos. Generalmente, él llevaba el control, pero yo me encargaba de las
partes complicadas.
Eliot y yo hemos terminado los seis juegos de Mega Man en
NES. El 2 y el 5 estaban geniales, y las mejoras del 6 fueron un buen cambio.
El resto parecían descuidados.
Al cumplir 5, él podía pasar algunas partes de moderada
dificultad en plataformas como el Super Mario 3.
Eliot acaba de terminar el primer mundo de Super Mario 3, él
solo. ¡Solo tiene cinco años! Soy un padre orgulloso.
A los 6 años, ya se pasaba juegos solo. Terminó solo el The
Legend of Zelda, y luego terminó la super difícil
segunda quest con
un mapa de ayuda.
Eliot acaba de terminar el primer Zelda, él solito. Solo le
ayudé mostrándole un mapa en la mazmorra novena. ¡Ese es mi hijo!
Terminamos Super Mario Bros. 1–3, Mega Man 1–6, Castlevania
1–3, Rygar, Contra y Duck Tales.
Era el momento de subir de nivel otra vez.
Nunca tuve una Super Nintendo o Nintendo 64 —me pasé al
juego de ordenador por aquel entonces— por lo que muchos de esos juegos eran
nuevos para mí.
Nos pasamos Link to the Past y Super Mario World, y
descubrimos juntos algunas gemas menos conocidas que se convirtieron en
nuestros favoritos.
Eliot y yo terminamos E.V.O: Search for Eden, una gema para
SNES subestimada, que es como el tío de 16-bits de Spore. http://bit.ly/aBvcwU
Al empezar 2011, pasamos a la N64. El principio de la era
del 3D en las consolas no envejeció bien ante mis ojos, pero a Eliot pareció no
importarle. Nos pasamos los brillantes Ocarina of Time y el Majora’s Mask, y
nos enamoramos del criminalmente subestimado
Rocket:
Robot on Wheels.
Cuando cumplió siete, Eliot había conseguido todas las
estrellas del Super Mario 64.
Eliot acaba de conseguir la última de las 120 estrellas del
Mario 64. Si alguna vez dudaste del poder de la mecánica de recolección en los
juegos, queda con un niño de 6 años.
Después de eso, pasamos directamente al 2000. En la
PlayStation 2, jugamos al ICO, al Shadow of the Colossus, y el Katamari Damacy
original, que salió el año que él nació.
El experimento estaba completo.
Este acercamiento a una amplia inspección de los juegos
clásicos claramente ha hecho mella en él, y ha influenciado los juegos que
ahora le gustan.
Como a casi todos los niños de su edad, le encanta el
Minecraft. Sin sorpresas aquí.
Pero también le encantan los juegos brutalmente complicados
que retan a jugadores que doblan o triplican su edad, y es terriblemente bueno
en ellos. Sus favoritos generalmente toman características de los
roguelikes:
niveles generados proceduralmente, muerte permanente, sin puntos de guardado.
Uno de sus favoritos es Spelunky, fácilmente uno de los
juegos más complicados que he jugado. La revista Paste
dijo de él: «un juego con la “dificultad” grabada en su
propio ser». Nunca lo completé. Probablemente nunca lo complete.
Un mes después de su octavo cumpleaños, él se pasó solo el
Spelunky.
¡Eliot acaba de terminar Spelunky él solo! ¡Gracias,
@mossmouth, por crear tan buen juego!
Pero Spelunky no es como otros juegos. Eliot puede haberlo
terminado, pero hay un segundo final, mucho más complicado (yendo al Infierno).
«Para completar Spelunky tienes que sobrevivir 15 niveles
generados aleatoriamente y conseguir que el jefe final se mate a sí mismo. Para
llegar al infierno, sin embargo, tienes que desarrollar una serie de rituales
específicos en orden, usando objetos únicos que aparecen de la nada en
diferentes lugares cada vez, y luego derrotar al jefe de una forma
particularmente audaz en la que usas su muerte como piedra de paso al
inframundo.»
Es uno de los retos más complicados en los videojuegos. Solo
conozco a un par de personas que lo hayan conseguido. Para Tom Francis, fue «la
cosa más complicada que tenido que hacer en un videojuego… Solo lleva 41
minutos, pero me llevó cientos de horas de juego —y cerca de 3.000 muertes—
aprender cómo hacer esos 41 minutos».
Tres meses después, Eliot se pasó el Spelunky por la vía
difícil. El creador del juego, Derek Yu, cree que él puede ser la persona más
joven en haberlo conseguido.
@waxpancake Es la persona más joven que yo sepa. ¡Eliot es
el elegido!
Después de terminar el Spelunky, Eliot estaba listo para un
nuevo reto. Me pidió que le comprara un nuevo juego que había encontrado en
YouTube,
Nuclear Throne,
un juego de acción tipo
roguelike de Vlambeer, conocido por su
implacable dificultad. Una semana después:
Después de una semana de juego, Eliot ha terminado Nuclear
Throne. Buen trabajo, hijo.
@Vlambeer @waxpancake
@jwaaaap Para, Eliot. Haces que los viejos parezcamos malos.
Nuclear Throne, como otros tantos juegos indie desarrollados
por un pequeño equipo, tiene una estética muy de la vieja escuela:
Y esto, para mí, es lo más destacable del experimento.
La pronta exposición de Eliot a los juegos con gráficos
limitados lo ha vacunado contra los gráficos hiperrealistas y escandalosos que
se encuentran en los juegos triple A. Puede apreciar los gráficos retro por si
solo y centrarse en la dinámica del juego.
Los gráficos
lo-fi en juegos como
VVVVVV,
FTL, o
Cave Story, pueden echar
para atrás a otros niños de su edad, pero como yo, él es atraído hacia ellos.
Mi esperanza es que este experimento le instile un duradero
aprecio por los juegos más pequeños, más raros y más íntimos.
Le di a mi hijo un curso intensivo de la historia de los
videojuegos, comprimiendo 25 años de la historia de los juegos en más o menos
cuatro.
En este momento, probablemente estés pensando que soy un
monstruo o un padre bastante asombroso. Quizás un poco de ambos.
Estoy conforme con eso. Mi hijo es increíble, le encantan
los videojuegos y, más que nada, le encanta jugarlos conmigo.
¿Listo, jugador dos?